Praise to the Lord
(Publicado el 7 de agosto de 2010 en el sitio de la IPNJ Central Pereira)
Ayer Dios me dio la oportunidad de asistir a un concierto de música Góspel, dado por la agrupación «Morgan State University Gospel Choir», cuyo director es el Doctor Eric Conway y donde por primera vez en vivo pude escuchar este género de música, propia de las iglesias afroamericanas.
Hay vivencias por las cuales Dios nos permite pasar, con el fin de enseñarnos algo en particular. Eso fue lo que sucedió y quisiera plasmarlo en este medio para edificar a alguien.
Aprendí en esencia sobre tres cosas básicas, pero importantes y quisiera compartir con ustedes acerca de estas tres cosas que me impactaron de ellos:
1. Su alegría (Praise with joy).
Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Salmo 66:1.
Es contagiosa, agradable, dan ganas de unirse y participar con ellos. A diferencia de muchos de nosotros a la hora de glorificar a Dios, algunos por el «¿Qué dirán?», otros porque «no lo sienten» y aún unos mal enseñados sobre un supuesto «respeto» que se perdería al utilizar algunas expresiones de alabanza, los integrantes de estos coros lo hacen de tal manera que aún muchos espectadores pasivos terminan siendo participantes activos y declarando verdades, tales como, «Lord, you are good and your mercy endureth forever» (Señor eres bueno y tu misericordia permanece para siempre). Alzan su voz, levantan sus manos, aplauden, danzan, hay una sonrisa en sus rostros, en fin, exaltan a Dios de una forma digna de imitar.
Ya oigo a alguien decir: «Hermano, ¿Acaso esto no es algo de la carne?» Mi respuesta sería: Me agrada su ritmo, sus voces, su música… mi cuerpo lo disfruta. Me transmite alegría (por mencionar sólo una emoción) y hasta donde yo sé, la alegría (gozo) no es mala, en lo absoluto… mi alma se beneficia. Y lo más importante, lo que nos debe diferenciar del resto; quiero hacerlo para Dios, en espíritu y verdad… De espíritu a Espíritu. Allí está la clave.
2. Su humildad.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; Filipenses 2:3.
Sinceramente esperaba lo que he visto de muchos músicos (no utilizo el término salmista, ni adorador porque sencillamente no son dignos de tal título) que tienen tan metido en la cabeza que son superiores a los demás y que están varios escalones por encima del resto del mundo, que termina siendo cierto en el sentido de que están tan lejos del pueblo, si escalaron y subieron, pero por una ruta equivocada y terminaron distanciándose y por ende hay cero conexión, cero ministración… lograron su objetivo: Ellos allá y el pueblo acá. Por el contrario, los del coro se mostraron como personas sencillas, accesibles, no hay allí vanagloria. Por poner un ejemplo, estaba ubicado a escasos metros del pianista, un excelente pianista y su conducta, incluso su mirada, no desconectaba, sino que transmitía: «¡Hey!, somos iguales, alabemos juntos». Eso me decía su actitud, no sólo él, sino todos los del grupo. ¡Dios mío, tanto que aprender, tantos esquemas tomados del mundo por dejar!
3. Su excelencia (Praise with excellence).
Hacedlo bien, tañendo con júbilo. Salmo 33:3b.
Se han preparado bastante para hacer lo que hacen. No recurren a la improvisación, mediocridad o se excusan en que «Dios mira es el corazón». Han estudiado, se han esforzado y el resultado es una ejecución agradable a nuestros oídos y seguramente agradable a Dios, pues es lo que Él tanto nos ha insistido: Excelencia, perfección, santidad. En todos los aspectos.
Se podría decir mucho del tema y exponer muchas razones y enseñanzas más, pero con entender y aplicar estos tres principios básicos, habremos avanzado bastante en el proceso de lograr ser verdaderos adoradores. Sólo una recomendación final: «Praise to the Lord» (Alaba al Señor), hazlo bien, ¡Él se lo merece!