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Manjares celestiales. Parte 2 de 8

(Publicado el 7 de julio de 2011 en el sitio de la IPNJ Central Pereira)

La comida que nos gusta

Que delicia es cuando nos sentamos a la mesa y nos encontramos con nuestro plato favorito. ¿Cuál es el tuyo? Desde los platos más sencillos hasta los más elaborados podría haber un sinnúmero de respuestas posibles a esta pregunta. Personalmente y afortunadamente, no soy complicado a la hora de comer, por lo que casi cualquier comida la disfrutaré sin problemas y especialmente la comida chatarra como perros, hamburguesas y pizzas (Discúlpenme los más ortodoxos).

Dentro del grupo de Rescate Juvenil (Algo como una célula, grupo de estudio, recocha juvenil, etc…), hice una mini encuesta y algunas de las comidas preferidas de ellos son: Chuleta de cerdo, lasaña, espaguetis (en general cualquier clase de pastas), ajiaco, bandeja paisa, pescado, carne asada, chuzo, chorizo y carne en salsa de piña.

En la vida espiritual debe haber un equilibrio; es necesario este tipo de comida: ¡No todo puede ser regaño! ¡No todo puede ser exhortación! En ocasiones será mejor un mensaje de ánimo, aliento y motivación que una palabra dura al pueblo de Dios.

Si miramos algunas enseñanzas de Jesús, encontraremos algunas como las bienaventuranzas (Mateo 5:1-12), la luz del mundo (Mateo 5:14-16), recompensas (Mateo 10:40-42), la parábola de la semilla de mostaza (Marcos 4:30)…, donde el propósito es alentar por medio de la comida que nos gusta y que la podamos disfrutar a plenitud. Si también miramos algunas cartas de Pablo, nos encontraremos varios apartes donde él busca animar a los creyentes: Efesios 1, Filipenses 1:3-11, Colosenses 1:3-14, 1 Tesalonicenses 1:2-10, etc.

Pero sin duda alguna, la comida que más nos debería gustar, es decir, el mensaje de mayor aliento, es aquel que habla de nuestro encuentro con el Señor. Pablo dijo «… alentaos los unos a los otros con estas palabras» 1 Tesalonicenses 4:18b, refiriéndose a que debemos recordarnos unos a otros que el evento más esperado por los cristianos, la venida del Señor, ocurrirá en cualquier momento y tanto los que duermen como los que vivimos (si vivimos), seremos arrebatados para recibir al Señor en el aire y estar para siempre con Él.

¡Qué manjar más delicioso! ¿No?

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